Historia de los Cátaros > La persecución de los Cátaros > Periodo terrorífico de la Inquisición

Con la subida al poder de la Santa Sede del papa Gregorio IX (1227-1241) se instaura una muy dura represión sobre el Languedoc, a causa de la persecución contra los Cátaros, hasta límites de lo irracional, estableciéndose un periodo aterrador orquestado por Gregorio IX empleando una inusitada represión sangrienta donde la herejía catara era perseguida y consumida su mayor parte en las hogueras levantadas por todo el país Occitano.

Gregorio IX , después de Inocencio III, fue un papa relevante defensor a ultranza de la Iglesia, canonista y teólogo prominente; el cual mantuvo unos encuentros turbulentos con Federico II de Prusia (1194-1250) de la Casa Hohensteufen, Emperador del Sacro Imperio Romanogermánico

Gregorio IX, encargó a Raimundo de Peñafort un código del Derecho Canónico, que se mantuvo vigente hasta el año 1918, el papa aun adornado de tales virtudes eclesiásticas, también poseía un fuerte sentimiento de odio hacia los herejes y en especial para con los cátaros. Una de las primeras disposiciones fue el nombramiento de los predicadores Pèire Selhan y Guillame Arnaut como colaboradores en las persecuciones cátaras, Pèire Selhan dominico y primer seguidor de Domingo de Guzmán (1170-1221), futuro inquisidor de Tolosa, que junto con Guilhem Arnaut (1170-1242) sembrarían de quemados todo el territorio, empezando por el que fue considerado jefe de los herejes de Tolosa, Vigorós de la Basconia, juzgándolo precipitadamente y ejecutándolo de inmediato.

La fuerza inquisitorial fue de una magnitud tal que los inquisidores nombrados por el papa Gregorio tenían potestad absoluta por cuanto no dependían de ninguna otra autoridad que no fuera del propio papa, ello significaba que un simple fraile nombrado inquisidor poseía la fuerza de sus acciones sin ninguna cortapisa con la sola obligación de rendir cuentas ante el papa Gregorio IX.

Pèire Selhan sera un burgués de Tolosa, y Guilhem Arnaut de Montpellier, fueron asesinados junto con varios de sus compañeros en una terrible noche donde pernoctaban, camino hacia sus diferentes destinos, siendo despertados a golpes de hachas y espadas en Avinyonet, según parece comandados por Pere Roger de Mirepoix procedentes de Montségur en la noche del 28 de mayo de 1242.

Gregorio IX para afianzar sus poderes sobre los herejes, hacia acompañar a los inquisidores por hombres armados, dando por ello plena legitimidad ente la evidencia de semejante fuerza coercitiva.

Ya es sabido el nefasto episodio de la vieja dama cátara, que en su lecho de muerte, le comunican que un obispo le iba a visitar, ella en su ya debilitada energía pensó que la conformaría un miembro cátaro, a lo que asintió con entusiasmo, pero, el tal obispo era católico, cuando la dama se dio cuenta del engaño, el tal miembro católico le recriminó duramente su inclinación cátara y aun le exhortó hacia el arrepentimiento de su herejía, la vieja dama no consintió y aun se reafirmó en su fe, deplorando tal visita, por lo que el obispo la condenó de inmediato a ser quemada; Por lo que fue trasladada junto con el camastro donde yacía y trasladada hasta el lugar del suplicio siendo depositada sobre una pira que de inmediato fue encendida, ardiendo hasta reducirla a cenizas..

El obispo junto con su séquito volvió al lugar donde estaban comiendo interrumpiéndolo el darle noticia sobre una dama cátara agonizante en la proximidad del banquete que el obispo estaba celebrando. Cumplida su execrable acción, volvió al interrumpido ágape junto con sus acompañantes, celebrando el luctuoso acontecimiento con inmoderada satisfacción entre risas y chanzas.

Este triste episodio de la vieja dama quemada, produjo entre la población tolosana un irrefrenable sentimiento de terror que calaron entre las gentes, propiciándose numerosos arrepentimientos de entre los herejes perseguidos.

La actuación de la Inquisición en la época de Gregorio IX, produjo una serie de procesos donde los encausados apenas tenían defensa, todos los testigos eran de cargo, muchos de los cuales hicieron declaraciones falsas, ya que los delatores actuaban en descargo de sus propias culpas con el fin de ser perdonados por los inquisidores, otros movidos por el afán de quedar exentos de ser inculpados denunciaban incluso a sus propios familiares y amigos, por lo que los encausados no tenían la menos escapatoria, ya que aun por ley tenían derecho a un abogado, no les eran proporcionadas estas defensas, o bien los letrados tenían un poder muy limitado intimidados a su vez por los jueces de la Inquisición.

En cuanto a los delatores por ser secreto de sumario, los encausados nunca sabían quienes los habían denunciado, ni sus motivos los cuales muchas veces eran falsos, igualmente con frecuencia dichos testigos eran ficticios, movidos todos ellos por el afán de congraciarse ante los inquisidores, y de esta forma conseguir un perdón a sus herejías o en investigación de las mismas, e incluso evitar así el ser condenados a la hoguera los inculpados más graves.

El periodo más crudo y triste lo protagonizaron Péire Selhan y Guilhem Arnaut, los cuales se dirigieron a Caors (departamento de Ólt), donde efectuaron juicios a cátaros ya fallecidos, por lo que los desenterraron y quemados, quemando después a 2010 personas, lo que aterrorizó a las gentes. Todos estos desmanes y otros más efectuados por los dominicos no eran de la aprobación de las restantes órdenes religiosas, por cuanto elevaron sus quejas al papa, pero a pesar de ello no fueron muy efectivas: pero si que en Tolosa encontraron los inquisidores fuerte resistencia y numerosas críticas a sus modos de enjuiciar los casos.

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